domingo, 4 de noviembre de 2018

Maratón de Bucarest 2018

         “La fuerza no viene de la capacidad física, sino de una voluntad indomable”. Ghandi.


Tras recoger el dorsal, viendo la meta, a vista de pájaro

Encuentra a Wally. Estar, estoy en la lista
 Tras pasar unos días preciosos conociendo Rumanía junto a la mejor compañía del mundo, que son mi chico y mi chica, llegó el poco esperado día X del maratón de Bucarest. Digo poco esperado porque prácticamente hasta la noche anterior, no fui muy consciente de que una de las razones por las que me encontraba allí, era porque iba a correrlo.

Mi único objetivo para esta carrera, era disfrutarla llevando algo de peso a la espalda, como entrenamiento para la ultra en autosuficiencia de Perú. No es que ese sea un objetivo a subestimar y estar toda relajada de la vida, desde luego, pero como me lo había planteado como entrenamiento, no estuve nerviosa en ningún momento.

Fui paseando tranquilamente por la mañana hacia la línea de salida (a 10’ de nuestra estancia). Tranquilamente en cuanto a nervios porque en realidad fui caminando a paso más que ligero del frío que tenía. Unos 8 grados a las 8.30 de la mañana yendo de corto y recién levantada, debe ser de una sensación térmica de bajo cero por lo menos… (o así lo sentí yo, que tenía más sueño que un cachorrín con anemia).

Llegué a falta de más de media hora para empezar y busqué un recoveco de sol del bonito parque Izvor, parque pegadito al majestuoso parlamento de Bucarest, monumento civil más grande del mundo (si no conocéis la historia de este parlamento y del zumbao Ceausescu, os aconsejo una leída).
Parque Izvor, con el parlamento al fondo
Observando admirada cómo calentaba un etíope (que por cierto después vi que fue el ganador absoluto), mientras yo tomaba el sol relajada sobre la hierba (claro, por eso nunca gano), se me pasó el tiempo y de repente me vi metida en el cajón de salida que me tocaba junto a tropecientasmil personas.
Todos a sus puestos...
Empiezo a darme cuenta de que la gente me mira con cara de extrañeza al verme cargada con mochila y agua suficiente para toda la carrera (les podía hasta leer el pensamiento… “esta inútil, no se ha enterado de que hay avituallamientos”), pero como no era momento para dar explicaciones de uno en uno a tantos, pues puse cara de inútil para permitirles aferrarse a su primera impresión.
Salida del maratón
Saludan por el altavoz en todos los idiomas, la gente chilla emocionada al oír el nombre de su país (yo incluida), suena la música a máximos decibelios mientras empezamos todos a movernos dirección al arco de salida. De repente noto frío y humedad bajar por mi camiseta. Aparto la mochila y veo que uno de mis “soft flask” está perdiendo agua (soft flask, o lo que viene siendo una botella de agua blandita, que reduce de tamaño a medida que la vacías).

Mi cara de incredulidad no sirve de nada, aquello chorrea gota a gota y con rapidez. Uno de los imperdibles del dorsal está abierto y no ha tenido otra gracia mejor que darle de lleno contadas veces. “Se me jodió el invento del agua” …pienso. Decido vaciarla para no ir mojándome y respirar, aplicando mi máxima en la vida, “solucionar antes que patalear”. 
Os voy a dar el último paseo largo...
Pasito a pasito, suave suavesito…y aquello ¡se pone en marcha!
Los primeros kms se me pasan volando porque voy centrada en no querer ir a más de 6’ el km, que, con la emoción inicial, siempre cuesta. Los primeros 6 o 7 kms son por el centro de Bucarest, por lo que nos encontramos con numerosos grupos de música, batucadas y animadores.

El maratón de Bucarest, para mí, se divide en 4 partes, la del centro al principio y las 3 rectas que te llevan al quinto pimiento, volviendo al centro tras cada una de ellas. Viendo el mapa, se observan claramente las tripatas que comento.  
Mapa de 3 picos
La primera recta larga, nos dirige hasta el arco de triunfo (por algo le tenían que llamar a Bucarest “la pequeña París”), donde se encuentra el km 10.
El arco del triunfo
Poco antes de llegar, en una de tantas veces que saqué de mi mochila el móvil para hacer alguna foto, noto que no tengo mi amuleto budista que llevo enganchado desde hace años en el bolsillo trasero de la mochila. Me lo regaló mi hermana y siempre me ha acompañado a todas las carreras. Es mi talismán y necesito llevarlo (ya sé que deben ser tonterías, pero nadie me quita tener sangre gallega y con ella, la superstición metida en vena). En un sitio u otro, siempre lo he enganchado con un imperdible en algo que me acompañara.

Empiezo a estirar el brazo en plan inspector Gatget intentando rebuscar por el bolsillo trasero por si se me ha desenganchado y lo llevo suelto por algún sitio. Nada. Me quito la mochila y miro el bolsillo interior por todas partes. Nada. Miro por el suelo tras de mí por si se me ha caído en ese momento sin darme cuenta. Nada. Pienso en que como voy a volver por el mismo camino, pero por el carril contrario, me voy a fijar en el suelo por si lo veo. Corro hasta el arco de triunfo escopetada, como creyendo que, si alguien lo ve, se lo llevará.
En mi vuelta, llego donde teóricamente me tenía que haber caído y me pego lo máximo que puedo al lateral del carril por los que van en sentido contrario, sobre el km7. Voy fijándome en el suelo con obsesión y únicamente veo zapatillas moviéndose y sobres de geles tirados. Nada, ni restos de mi amuleto. En el momento en que voy pensando en que tendré que pedirle a mi hermana que me traiga otro, pego un tropezón con uno de los conos que separa ambos carriles, que casi me trago a un corredor y beso el asfalto. Igual es que ha llegado la hora en que debo aprender a vivir sin amuletos, pienso…

Sigo hacia adelante, tranquila ya, porque mi solución a esa pataleta fue la aceptación y la seguridad de saber que más amuleto que la energía de mi hermana, no había ninguna y esa energía me acompaña desde nacimiento.

Llegando ya al km 15, por el centro de Bucarest de nuevo, corro con emoción, pues en ese punto kilométrico había quedado con mi Luna y Juanito. Justo los veo al lado del parque Cismigiu, el parque más antiguo de Bucarest, por el que estuvimos paseando la noche anterior riéndonos de la animalada de pájaros que sobrevolaban nuestras cabezas, (dejando uno de ellos un souvenir en mi chaqueta).
Encuentro con mis amores
Alegría infinita, besos y abrazos de ambos, energía cargada de millones de fotones.

Me dura prácticamente hasta el siguiente encuentro, que es poco antes de la llegada a la meta de la media maratón. Esos kms son mágicos, pues en todos te acompaña el público entregado y diversos grupos de música.
Vuelvo a besarles y abrazarles. La emoción me sale por todos los poros. Ver a mi chica salir corriendo a mi encuentro cada vez que me veía, era el mejor trofeo de cualquier carrera.
Ver a mi pequeña es lo más
A mi paso por delante del parlamento, nos separan en dos carriles, los que acaban la media y los que seguimos con el maratón. La envidia me corroe al ver la barbaridad de gente que se va para el lado de meta y los 4 gatos que nos vamos yendo para el otro.
En el momento que paso pegada al lateral del arco de meta, se monta una algarabía brutal. Todo el mundo aplaudiendo como posesos, chillando, la policía con las sirenas.

Pero no, por mí no era claro. Es que el etíope al que había visto calentando por la mañana, se proclamaba campeón del maratón en ese momento. ¡¡Justo cuando yo iba por mitad camino!!! Un chaval que iba corriendo a mi lado, me mira y me dice algo en rumano (que supuse sería algo así como ¡ese ya ha acabado y a nosotros nos queda la rehostia!), yo le sonrío y le digo en inglés…incredible!!...it’s not fair!...

He llegado a la media en el tiempo estipulado, a 6’ el km más las paradas con mis amores y la reposición de agua por culpa del soft pinchado. Sigo feliz y animada a por la segunda parte.
Y otra vueltecita por aquí...
Voy mentalizada de que a partir del km 23, viene una recta de las infinitas, que dura hasta el 27.5 y luego vuelve por la misma recta hasta el 30, donde, como motivación máxima, tendré de nuevo a mi Luna y Juanito.

Poco antes de llegar, me tomo un gel y es a partir de ahí cuando mi experiencia maratoniana por Bucarest, pega un giro de 180 grados.

Mi barriga empieza a avisar, de que a medida que uno come mejor, todo lo ultraprocesado le sienta muchísimo peor…y si antes, en otras carreras, tomar geles me suponía terminar con angustia por lo poco me gustaban…en ésta, el resultado iba a ser peor que la angustia…¡¡la cagalera!!…
No sé si es posible transmitir con palabras la sensación, pero como imagino que todos los que leáis esto, habréis pasado en algún momento de vuestras vidas por un episodio terrorífico de esos de diarrea, me entenderéis perfectamente. Tengo claro que lo de “caga el rico, caga el pobre, caga el obispo y el papa, que de cagar nadie se escapa”, vale también para la diarrea.

Sudores fríos, retortijones, pelos como escarpias, que con el peso de la mochila me hacían rozar como si de agujas se trataran.
Mis ojos dando vueltas tipo Marujita Díaz, buscando dónde poder parar. Aquella recta interminable, entre edificios enormes, policías en cada cruce y corredores yendo por un carril y volviendo por el otro…y en mi cabeza una única frase y pensamiento… “¿dónde cojones voy a cagar????”

Tengo que ir parando cada poco y caminar apretando nalgas con firmeza y determinación. O eso o la guerra. Susto o muerte.
Qué pronto puedo contar por escrito que llegué al 27.5 y ya di la vuelta, pero pronto lo que se dice pronto, no pasó.

La eternidad algo tendrá que ver con aquello seguro, porque entre caminar, correr, apretar y jurar en arameo, los segundos pasaron a ser minutos y los minutos, ¡horas!
Ni un wc portátil, ni un coche de esos mal aparcados permitiendo el escondite…¡nada!

Llego al avituallamiento del 28 y oigo por primera vez a una chica chillándome “¡bravona!”, yo que ensimismada en mis luchas internas no la entiendo, me quedo perpleja, analizando si me habrá dicho “mamona” (¿o sería cagona?).
Mi cabeza es un hervidero de pensamientos negativos (excepto el de abandonar, que no sé por qué, pero nunca me viene), hasta que de nuevo veo a mi niña correr hacia mí al llegar al km 30. Ays, ¡¡qué alegría por dios!!...

Juan que me conoce como si me hubiese parido, me pregunta qué me pasa. Yo que también le conozco y sé de su exceso de preocupación, había decidido no decirle nada, pero mi cara es un mapa (o un wc más bien, que debía llevarlo materializado ya en la cara), y no puedo negarle la evidencia. ¡Me estoy cagando encima!
A mi Luna le da risa, cómo no... y me aporta su solución lógica diciéndome  “pues date prisa en terminar” Fácil, fácil, ¡¡¡como coser y cantar!!!

A partir de ahí que sé que ya no los veo hasta meta y que viene la 3ª recta larga (porque no hay dos sin tres), tengo que hacer un ejercicio de fuerza de voluntad que ni juntando el despertar de todos los lunes de un año, se supera.
Me da pena no saber hablar en rumano porque cada vez que paro a caminar y apretar el orto (que dirían los argentinos), la gente me grita frases en plan…”no pares ahora que te queda poco” …y no puedo explicarles, que no es cuestión de querer parar, ¡¡¡sino que es pura necesidad!!!

Cuando giro una rotonda en el km 39 y veo allá a lo lejos el parlamento, se me saltan las lágrimas de la emoción. Sé que voy a terminar porque de eso no he tenido dudas en ningún momento, pero la emoción me viene de pensar que en nada y menos, ¡voy a poder evacuar!
3 kms de recta todavía hasta la meta. El parlamento que crees tenerlo cerca llega a parecer un espejismo, un anagrama, una alucinación en medio de un desierto. Corres, apretando el culo a ratos, pero corres y sigue siempre igual de lejos. Infernal.
“Five hundred meters” me chilla alguien del público… “bravona”, por muchos sitios a la vez…
El parlamento en el quinto pino
Y por fin llego a la rotonda frente al parlamento, a la que aún he de dar la vuelta, pero con la motivación de saber que en algún momento veré a mis incondicionales animadores.
De repente sale mi pequeña corriendo a mi encuentro y me da la mano para seguir conmigo hasta cruzar la meta. De verla exploto a llorar y ya no puedo parar, diciéndole “ays mi chica”, “ays mi amor” y ella riendo feliz diciéndome “vamos mami, que está ahí la meta ya”.

Corre con ilusión, casi tirando de mí, con soltura y el pelo al aire; y llevarla en ese momento a mi lado, me lleva a comprender una vez más, que correr forma parte de mi vida, como lo forma ella.
Cruzamos la meta y nos abrazamos como si no hubiera un mañana, yo llorando a moco tendido, besándole cada hueco de su rebonita cara.

Van a ponerme la medalla y pido que se la pongan a ella.
Siempre se verá más bonita, si quien la porta es mi propia medalla, la de mi vida, que es mi niña.
Con mi bebé, en meta ya

Mi chica y su medalla

y colorín, colorado...este estómago ya ha descansado...
Pd: no hace falta que me ponga escatológica en exceso y explique detalles de cómo me pasé toda esa tarde con diarrea.
Una más vivida, una más para contar.

Gracias en especial a mi Juanito y mi Luna por acompañarme en este día maratoniano, pero sobre todo por hacerme disfrutar de una semana preciosa por Rumanía. Con ellos, viajar es siempre mucho más que un placer.
Gracias como siempre a mi hermana, mi fan incondicional, que aunque no estuviese esta vez, siempre está presente en todas mis carreras.

Gracias a mi familia y amigos, por cada palabra de ánimo, apoyo y felicitación. 
La felicidad compartida, es felicidad triplicada.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Como me he reido, he disfrutado y emocionado de tu aventura. Me encantas. Un abrazo

Genín dijo...

¡Hola guapa!
Encantado de leerte y saber de ti y de Lunita!!!
Pero al final se que cagaste claro, y te libraste de la tortura, pero...
¿Y el amuleto?
¿Apareció?
Mucho me temo que no, pero seguro que tu hermana te regalará otro.
Ahora entiendo una serie de fotos que vi en su dia de corredores que se cagaban por las patas abajo pero seguían corriendo...
Esa es una de mis obsesiones, nunca salgo de casa sin estar seguro de tenerlo bajo control, es algo que me ha quedado fijo tras alguna que otra mala experiencia cagalerística.
Besos y salud

Raquel mamirunner dijo...

Un placer leerte y recorrer contigo los 42 kms. Me encanta q en tu pensamiento nunca aparezca el (modo abandonar) ni siquiera ante grandes dificultades. Eres grande, muy grande!!! Esperaré con ansia tu nuevo reto. Besitos!!