miércoles, 15 de noviembre de 2017

100 MILLAS DEL HIMALAYA

" Todo lo que sé sobre la vida, lo aprendí corriendo"

El montón de anécdotas que vivimos por Delhi antes de encontrarnos en el aeropuerto de Bagdogra con la gente de la organización o tras terminar los días de carrera, darían para escribir un libro, pero como el motivo principal del viaje, es la carrera, el libro lo dejaré para otro rato.
¡Vaya cuarteto de zumbadas!..la más cabal sin duda,
mi sobrina Julia. 


Nada más salir del avión, vino Manci (mano derecha del director de carrera) a recibirnos con una gran sonrisa.
Nos informa de la zona a la que hemos de dirigirnos y allí nos encontramos con los primeros corredores con los que compartiremos esta gran aventura. Entre ellos se encuentra Mariano (en adelante Mari, que así le bauticé desde el minuto uno con mi santa manía de acortar los nombres), único participante de habla hispana aparte de nosotras. La primera impresión que tenemos de él, es la del típico guaperas flipao (no hay nada más feo que prejuzgar, ni mayor aprendizaje que el de equivocarse, pues tras conocerle durante una semana, no puedo decir más que su belleza interior es mil veces superior a su belleza exterior...y eso, para un chaval cuya profesión es ser modelo, es decir bastante). 


El viaje en bus desde Bagdogra a Mirik (donde dormiremos las dos primeras noches), nos mantiene pegadas a la ventana del bus en nivel máximo de embobamiento (qué brutal la diferencia de vida, la gente, la cultura, el paisaje).
Llegamos ya 
de noche. Nos recibe Mr Pandey, director de carrera, de quien te enamoras nada más verle gesticular, hablar como una metralleta con su inglés tan peculiar (del que si tienes suerte entiendes la mitad) y organizar a todo dios en cuestión de milisegundos. Me encanta este hombre. Sólo mirarle te entra la risa.

Primer contacto con todos los corredores, primeras charlas con unos y otros, buena cena (picante, que si no pica, es que no estás en India) y prontito a dormir para ir de excursión a Darjeeling al día siguiente.

El quinteto hispano (nosotras 4 y Mari) ya hace piña y recorremos juntos el museo de la montaña, el zoo, compramos te, regalitos y subimos al toy train empapuzándonos un manjar indio, que ríete tú de Le Meurice de París.  


Tras un día largo de excursión, otra buena cena y revisión médica pre-carrera, Mr Pandey nos envía pronto a la cama. El día X estaba llamando a nuestras puertas.

1a etapa. De Maneybhanjang a Sandakphu. 38 kms

Los madrugones que nos hemos pegado estos días en la India, han sido tal como decía Mr Pandey, de cuartel militar, pero es que dormir en un pueblo (Mirik) y empezar la carrera en otro (Maneybhanjang) en la primera etapa, suponía tener que hacer un recorrido en bus de casi 2 horas (y no de un bus y unas carreteras al uso, no, sino un bus de los que ya debieron retirarse de circulación en Europa, allá por la Edad Media y unas carreteras con unos agujeros en los que bien cabría estirada una vaca sagrada).


Maneybhanjang nos recibe con una alegría, curiosidad, colorido e ilusión brutales. Oír sonar la música para nosotros, ver a todos los niños del pueblo en primera fila mirando con asombro nuestro asombro, sentir una ternura especial al ver que los wc a los que te dirige la organización, son los wc de sus propias casas...todo eso te lleva a un estado de emoción tan tremendo, que a pesar de faltar unos minutos para el inicio de las 100 millas, no eres consciente ni de que en breve vas a tener que ponerte a correr.

Los pequeños del pueblo nos hacen entrega de un pañuelo blanco que ponen en nuestro cuello como símbolo de bendición y buenos deseos.

Y cuando Mr Pandey finaliza la cuenta atrás (ready, set, go), salimos todos en bandada hacia las montañas.

Mari, que carga con una go pro toda la carrera, me incita a que salga corriendo delante de él para ir grabando la salida.
A los 200 metros ya voy con la lengua fuera, casi en cabeza junto a los primeros.
Llego a agradecer cuando se inicia el subidón hacia las montañas y Mari sigue a su ritmo para arriba y yo al mío (ritmo de persona normal y no de extraterrestre como él).

La primera etapa es dura hasta decir basta. Yo creo que excepto 5kms de bajada entre bosques, todo fue subir y subir sin parar.
Pero subidas de las de arrastrarte tipo lagarto, de hecho y aunque me jodiese lo que no está escrito que así fuese, creo que pasé más de la mitad de la carrera teniendo en mi mente la petarda canción del "despacito". Como un mantra, que ahí va y ahí viene.
Algún rato me dediqué a inventar canciones y repetirlas para no pensar, como por ejemplo "vamos a Sandakpu pi, pi, pi...a correr un ratu, pi, pi, pi...pero no me importa, pi, pi, pi...que mañana tengo otra, pi, pi, pi" o simplemente a recitar el mantra "Om mani padme hum" tocando las bolitas del collar (mala) que me había comprado el día anterior en Darjeeling (consejos de la budista de mi hermana).


Cuando uno sufre, ha de sacar todo su potencial psicológico para no venirse abajo y para ello, nada mejor que cantar, inventar o meditar.

En la primera gran subida (de unos 15kms), voy a la par con el trío de japoneses. En el recorrido hay militares en cada curva, que están tan alucinados con nosotros que nos piden que paremos para hacernos selfies. Me llevo cada susto que no veas, porque van vestidos de camuflaje y los confundo cada dos por tres con los colores de las montañas.
La mezcla de pastilleo que llevo en el cuerpo (la de la malaria, la del mal de altura, la de dormir) han empezado a revolucionar mi estómago y voy desde el km 5 con un dolor de barriga de esos de "o paro o me cago encima", pero con estos militares apareciendo tras cualquier maleza, voy blasfemando en arameo por no saber dónde leches meterme. Finalmente, habiendo despistado al personal, paro y utilizo los dos pañuelos de rigor que siempre llevo detrás por si necesito mocarme. ¡Cuánto los eché de menos después por las alturas!

Así vamos subiendo, pasando por algunos pueblecitos diminutos donde todos salen a saludar, donde los niños nos cantan "welcome" al unísono, donde me preguntan muchas veces si soy una de los suyos (india)...(aún me pregunto el porqué, con lo blanca y rubia que soy!!!).

Cuando empezamos a llanear/bajar y poder correr, disfruto barbaridades, además de que el recorrido es precioso. Empiezo a encontrarme con compañeros, con los que comparto tramos y charlas, con Eddy (de Escocia), Jeanette (de Australia), Sofie (de Suecia), Jason y Carl (de UK)...hasta que llegamos al avituallamiento del km 22, en el que paro a reponer agua y está uno de los dos médicos de la organización (el joven), que me pregunta si he comido algo. Le digo que no, que sólo agua y geles y me obliga a que coja un plátano y coma al menos la mitad, porque lo que me falta, es "very hard" y voy a necesitar mucha energía.

El calvario de ahí en adelante no se puede explicar con palabras. Incluso los jeeps de la organización, dirigiéndose a Sandakphu (fin de la primera etapa), tenían dificultades para subir por aquellos andurriales. Increíble que un camino de llegada a un pueblo pueda tener ese desnivel y si a eso le sumas que no hay quien se aclare con los kms que quedan porque los cartelitos que ponen en los avituallamientos son así como aquel...que igual quedan estos kms que unos pocos más...¿quién sabe y qué más da?..., pues hace que aquello se convierta en un vía crucis mentalmente realizado de rodillas.

A medida que vamos cogiendo altitud, la niebla va rodeándome con su gigante abrazo y no se ve más allá de un metro por delante y por detrás. Empiezo a tener un frío tremendo y mi único abrigo aparte de la manga corta, manga larga y cortavientos que ya llevaba puestos, es el pañuelo blanco que nos habían dado los niños en la línea de salida (y el cual tuve que estar utilizando como kleenex la mitad del camino de la moquilla que me caía).

Aquello se hace interminable. Me encuentro con compañeros por el camino que hasta paran a sentarse y aunque desearía hacer lo mismo, me acojona llegar 
de noche porque ya solo con la niebla no se ve nada, así que sigo para arriba apretando los dientes y dándome ánimos sin parar "vamos Sylvie, vamos".

Llego a meta, tras 
7h49 minutos y como no veo a ninguno de los míos por allí, me abrazo a Manci y al resto de voluntarios como si se me fuese la vida en ello.

Mis chicas fueron participantes "walkers" sin pretenderlo y ese día nada menos que se cascaron 22kms por las montañas, de ahí que llegase antes yo que ellas a meta. Mi Mari, había llegado en segunda posición en 
5h12'. Muy felices los 5 al reencontrarnos.

En Sandakphu las condiciones ya fueron bastante distintas a las vividas en Mirik, la altitud, la falta de comodidades (sin duchas de agua caliente ni fría, wc de agujero en el suelo, camas tipo colchón de mármol, sin sillas para sentarse a desayunar o cenar), el frío dentro de las cabañas exactamente el mismo que hacía fuera. Pero había algo curioso y es que a todos nos parecía bien, a nadie se le ocurría protestar por nada, era como si todos tuviésemos claro a lo que habíamos venido y lo que podíamos esperar. 



2a etapa  de Sandakphu a Molle y volver. 32kms
(16kms para allá, 16 para acá).

El despertador estaba puesto a las 4.45, porque teóricamente 
a las 5 era el toque de diana para poder ver despuntar el amanecer tras las 4 montañas más altas del mundo (Everest, Lhotse, Kanchenjunga y Makalu), pero, aquí las 4 valencianas que compartíamos habitación con una chica inglesa, ni la oímos levantar a ella, ni oímos la alarma hasta las 5.35 de la mañana, tras 50' sin parar de sonar. Y es que la altitud te hacía dormir como a trompicones, con sueños megaextraños y a esas horas nos debió pillar en trance total a todas, por lo visto en nuestro único momento de fase rem de toda la noche (o eso o es que hacemos ya como mi tía-abuela Basi, que en paz descanse, que roncaba que tiraba patrás y decía que había perdido el sueño en la guerra).

A esas horas 
de la mañana da tiempo a todo, por lo que a pesar de nuestro retraso, pudimos disfrutar de un maravilloso amanecer en las montañas.

Desayuno, puesta en marcha y segundo disparo de salida, no sin antes una buena dosis de risas y fotos con Mr. Pandey y compañía.

La alta montaña tiene esos cambios radicales de temperatura y clima que no puedes llegar a comprender, pero que al igual que dicen de las brujas, haberlas haylas. Igual que salió un sol radiante para que pudiéramos disfrutar de un amanecer maravilloso, en cero coma, se nos vino toda la niebla del mundo encima. Vaya frío de cojones hacía, los dientes tipo metralleta desde el minuto uno tenía!!!

Salimos hacia Molle por un camino precioso de montaña. En cuanto llega la primera subida (a 200m de iniciarse la carrera), noto como de repente soy poseída por un rinoceronte y empiezo a respirar como tal. No había fuerza suficiente en mis pulmones, mi nariz y todos los agujeros de mi cuerpo, para absorber el oxígeno que necesitaba. ¡¡La virgen santa!!...¿Cómo voy a poder correr con este bicho metido aquí dentro?...

Menos mal que empiezo a compartir el tramo de ida con Sofie, Carl, Jason y al ir entretenida con ellos, parece que mi estado de asfixia se calma.
Sofie que es periodista, cámara en mano, no para de hacernos fotos, al igual que yo a ella, aunque yo con un móvil que había llevado adrede para hacer fotos y vídeos en carrera.

Cuando voy por el km 11, veo venir corriendo frente a mí a Mari (que ya ha llegado a Molle y está de vuelta). Va primero, por delante de Paul (máximo rival) y me da una alegría tremenda. Paul va muy pocos metros tras él y a él no se le ocurre otra que sacar el móvil y ponerse a hacer selfies conmigo. ¿¿Pero qué leches haces canalla??...arreaaaaaaaaaaaaaaaaaaa y correeeeeeeeee...

Como no podía ser de otra forma, la llegada a Molle es de subir hasta hartar, pero se hace muy llevadera al estar cruzándonos con los que van delante y detrás. El poder saludar, animar y chocar las manos de tus compañeros, tiene esa cosita mágica que no sabes bien porqué, pero te anima las piernas y calienta el corazón.

En Molle, firmamos (tal y como hemos de hacer en todos los avituallamientos durante toda la semana...que no son pocos, que cada 3kms o así teníamos una parada; he firmado más en 5 días que la 
Sara Montiel en plena fama). Y a partir de ahí empieza nuestra vuelta a Frozen (ese castillo helado en las altas montañas de Sandakphu).

Los subes/bajas del camino me hacen disfrutar mogollón. A ratos voy con Juergen (Alemania), otros con 
Jeanette(Australia) y finalmente, a falta de pocos kms para terminar, me encuentro con Rosemary.
Rosemary es un encanto de mujer, que ha venido a la carrera con su hijo de 15 años. El niño, Brett, ya la ha dejado atrás en las dos primeras etapas. Chapeau por Brett, que se llevó el trofeo al participante más joven y corrió como las balas y chapeau por Rosemary, por tener un adolescente corredor de esa calaña.

Rosemary no ha tenido su mejor día, va muy cansada por la altitud, pero se anima a correr conmigo al alcanzarla. Le digo que me quedo con ella hasta meta y no quiere, prefiere que me vaya porque me ve bien. Le explico que a 3 kms o así de terminar no pienso pasarla siendo que ha ido por delante de mí los otros 29. Corremos hasta meta súper contentas y animadas, sobre todo al girar la última curva y tener allí a mis chicas chillando como locas. Subidón de felicidad, sobredosis de amor, abrazos largos que endulzan el alma.

A los que llegaron más tarde esa noche, les pilló el agua-nieve y a algunos hasta la nieve. Una de las japonesas llegó con una hipotermia brutal y tuvo que ser atendida por los médicos durante toda la noche. Y es que Frozen, era mucho frozen!!





3ª etapa de Sandakphu a Rimbik, pasando por Molle, Phalut y Shiri-Kola (también llamado por la organización, día del maratón del Everest). 42kms (km arriba, km abajo).

Helen (la inglesa que dormía en nuestra habitación), se levantó fatal con mucho dolor de estómago y ganas de vomitar, por lo que sabiendo la etapa dura que nos esperaba, también decidió abandonar. Digo también porque antes de empezar esta 3ª etapa, el grupo de corredores se había reducido casi a la mitad.


Y es que tal como nos habían avisado en el briefing la noche anterior, esta etapa, era la etapa. La etapa de "mecagoenmismuelasperoquélecheshagoyoaquí".

El día en Sandakphu amaneció mega frío, pero a la vez mega azul y luminoso... pero lo mejor de todo, nevadísimo!!!. Un espectáculo visual que quitaba la respiración. Montones de fotos,  nervios, emoción.
Mr Pandey se lía a darnos los consejos del día (con sus frases repetitivas que nos hacen reír a todos..."please, don't brake your knees and your ankles"..."if you love nature, nature will protect you"...) y cuando ya estamos a punto de caramelo para ser amputados por congelación de pies y manos, suelta el "go" que todos esperamos.

Salimos en estampida, con la adrenalina tocando la cima del Everest por lo menos...y es que correr nosecuántoskms topándote en cada curva con ese maravilloso espectáculo de montañas nevadas, esas 4 gigantescas montañas haciéndote el paseíllo y acompañándote en cada respiración (aunque siguiese siendo de rinoceronte), es cuanto menos, impactante.

El camino hasta Molle, como ya nos lo conocemos, parece que hasta se te haga más corto, 16kms hasta allí en un visto no visto (supongo que la mente también pone de su parte y al saber que ese día  son muchos más, esos 16, pues como que se convierten en un primer paseo).

Tras Molle, cogemos el camino hacia Phalut (teóricamente 8 millas entre ida y vuelta pero que a mí me parecieron 80). A los pocos kms, veo venir a Mari corriendo frente a mí. Va delante de Paul de nuevo por pocos metros, así que le pido que no se pare. Aun así él se entretiene grabándome en vídeo, dándome un beso al pasar por mi lado y hablándole a la go pro. Yo chillo y le animo y le digo todo lo que se me ocurre, hasta un "viva Argentina" que hace reír a Paul al pasar por mi lado.

La niebla vuelve a hacer acto de presencia y de pasar de ver todas las montañas del mundo, pasamos a vernos poco más allá de los pies.

Cuando ya estoy hasta el copón de no parar de subir y me cruzo con el chaval que va 3º, le pregunto si me falta mucho para llegar a Phalut...y su respuesta del millón es un  "turn next mountain and then look at the top of the top, that's Phalut" (vamos, en castellano, que mirara allá donde cristo perdió el gorro, que pegadito a las mismísimas puertas del cielo estaba Phalut).

Creo que dar esa curva y mirar hacia arriba, será una imagen de esas que guardaré por siempre en mi memoria etiquetada como "lamadrequemeparió".

Si me llegan a lanzar una cuerda, directamente, escalo.

Esa subida es brutal y se me atraganta lo que no está escrito. Al llegar arriba, el avituallamiento está petao de militares, que empiezan a hacerme fotos y selfies y yo, que me he dejado los pulmones por el camino, aún saco fuerzas para sonreír y firmar mi llegada.
Tomo un gel, el último que seré capaz de ingerir durante toda la carrera y me sienta fatal, ya no sé si por el ascazo que me daban, por la altitud o porque como siempre me pasa, no puedo tomar geles más de dos días seguidos sin que me bloqueen el estómago.

Tal cual lo tomo, lo vomito y faltándome nada menos que 22 kms para acabar la 3ª etapa, mi cuerpo ya se cierra totalmente en banda y continuo la carrera sin ingerir absolutamente nada.

De vuelta hacia Molle, me encuentro con Peter (un señor inglés de 68 años, super rebonico, que me pregunta si me importa que vayamos juntos, porque la bajada es tan cañera, que tiene miedo de que le pase algo y estar solo). Peter ha corrido más de 100 maratones en su vida y los últimos con unos tiempos 
de 3h30...ahí es nada...
Va como un cohete el tío y le sigo como puedo teniendo que parar de vez en cuando a dar arcadas tipo beoda total. Va preocupado por mí y le tranquilizo diciéndole que nada me ayuda más que ir charlando con él para no pensar en lo mal que me encuentro.

La bajada es alucinante, pero igual de alucinante es interminable.

Cuando llegamos a Shiri-Kola, nos llevamos una alegría tremenda que nos dura un ná y menos. Vemos que en el avituallamiento señalan que vamos por el km33, con lo que mega contentos nos vamos de allí creyendo que nos quedan únicamente 9. Seguimos bajando por piedras, surcos, yo que sé...(aquello era de todo menos un sendero normal) y cuando nos encontramos con un habitante del pueblo, se nos ocurre preguntar.
"12 kms" nos suelta. A mí en ese momento me clavan un cuchillo y no sangro siquiera.

No contenta con la respuesta (¡como para estarlo!), vuelvo a preguntar a otro aldeano más abajo.
"15 kms" me arrea.
La cara de Peter es un mapa. La mía ya no es ni cara, directamente parezco la viva imagen de "el grito" de Munch. Si llego a ir sola, estoy segura de que me hubiese puesto a llorar, pero me hago la chula y sigo para adelante.

Peter, con muy buen criterio, me dice que no preguntemos más.

Shiri-Kola tiene parte alta, parte media y parte baja...así que cruzarla entera, es ir bajando un sinfín de escaleras, que en lugar de escaleras, parecen toboganes del aquapark!!!...qué manera de resbalarse por dios!!...me desconté con el número de leñazos que nos metimos, tanto Peter, como yo, como el alemán que apareció por allí (había abandonado por taquicardia, pero no le quedaba otra que llegar a meta como fuese) e incluso el cámara de la organización (que no sé todavía de dónde salió, pero allí estaba para grabar nuestras culadas).

Cuando aquello por fin parece que termina, llegamos a un río y cruzamos por unos puentes de esos de "mírame y no me toques" y claro, tras tanta bajada y posterior dllegada a un río, lo siguiente no puede ser otra cosa...¡¡que volver a subir!!...

"The Neverending story" me dice Peter. Él se me adelanta para ir viendo si en cada curva aparece por fin la meta. Yo voy centrada en seguirle y mirarle, esperando el milagro...pero nada, una curva, otra, otra, mil quinientas...

En un momento de desespero en que me cruzo con unas estudiantes adolescentes uniformadas que me saludan con el "Namasté", les pregunto si saben cuánto puede faltar para llegar a Rimbik y cuando una de ellas, con toda la conciencia y conocimiento del mundo mundial me dice "2 hours", casi fallezco allí mismo de muerte súbita.

El dolor que llevo en la boca del estómago, el no poder tomar ni agua y menos aún comida, me tiene de un debilucho, que todavía hoy me pregunto cómo pude continuar.

Cuando Peter se gira y me grita..."here it is", se me saltan las lágrimas de felicidad. Me espera, nos cogemos de las manos y llegamos corriendo a meta.
Le abrazo fuerte y me pongo a llorar como una niña pequeña y así sigo también mientras abrazo a Mari, que ahí está grabando con su cámara, mientras abrazo a todos los que por allí estaban y finalmente cuando abrazo a mi hermana. Relax absoluto, ya estoy en casa, tras 
9h21' de auténtica locura.

Esa noche organizaron el encuentro cultural, en el que cada país salía y compartía con el resto alguna canción, baile o lo que quisiera típico de su lugar de origen. Fue super divertido. Nosotras 4 hicimos el baile de la macarena y el trenecito con la canción de la cucaracha. ¡¡Lo que nos pudimos reír!!

Cuando todos hicimos nuestro espectáculo, trajeron músicos, cantantes y bailarines indios y allí que nos liamos a bailar todos, según nos enseñaban. Momento único como pocos.




4ª Etapa de Rimbik a Palmajua. 20 kms


Dormí peor que mal. Un dolor de estómago terrible me tuvo medio en vela toda la noche. No había podido casi cenar, ni tenía ganas de desayunar, ni me atrevía a beber un solo vaso de agua de las ganas de vomitar que sentía.
Me ven los dos médicos. Primero el mayor (que cura a través de la medicina tradicional china) y después el joven (más convencional). Entre ejercicios y posturas varias de uno y pastilleo del otro, ahí voy renqueando. Hago sobreesfuerzos por comer algo, que se me queda ahí a mitad camino entre el esófago y el habla.
Me auto convenzo de que he de ir bebiendo aunque sea a sorbitos, para no acabar más deshidratada.

La 4ª salida se da desde el jardín del lugar en el que nos hospedamos, que tras lo de Sandakphu es puro lujo (la cama sigue siendo dura del copón, pero ya nos hemos podido duchar en una ducha como dios manda; quien dice dios dice el barigoncete de Buda).


Fotos de mil posturas, vídeos, ready, set and go!

Este día era el más esperado. Pensar en bajar 10kms y subir otros 10 por caminos rodeados de bosques, hacía presagiar un día corredor precioso y relajado.¡Por los cojones!...
En cuanto intenté empezar a correr y mover por ello el estómago, ahí estaban de nuevo las ganas de vomitar.
Todo dios bajando a toda castaña y yo teniendo que correr a ritmo hormiga paticorta para no mover demasiado el cuerpo. ¡¡Qué rabia y qué impotencia sentía!!...
A pesar de eso, el médico joven hizo que los primeros 5 kms me resultaran algo más agradables, al acompañarme vigilando que estuviese bien.

Cuando me quedé sola, empecé a combinar caminar con correr para poder aguantar los 20kms sin morir en el intento.

En la larga subida de 10kms hasta Palmajua, me llevé un susto del carajo al casi pisar una serpiente creyendo que era una cuerda. Saqué el teléfono que llevaba para hacer fotos y vídeos y estuve grabando cómo se marchaba (a una distancia prudencial, claro, que para ciertas cosas, soy una cagada). 500metros o así más arriba, cuando de nuevo iba a sacar el tfno para hacer una foto a un cartel (los mensajes que hay para los conductores en los caminos, son bestiales), vi que ya no llevaba el teléfono y que su pérdida se debía a que una cremallera de la camelback se había roto.
De pensar en todo lo que había grabado y todas las fotos que había hecho en 4 días, quería morirme de la rabia, así que sin pensarlo más, me di media vuelta y para abajo que volví a buscarlo. A pocos metros del paso de la serpiente estaba, pero con un golpe en el borde, que le había causado la muerte instantánea (mi gozo en un pozo, sin fotos, sin vídeos y teniendo que hacer 1 km de más!!!).

Entre el estómago, la cremallera, el teléfono roto y el espíritu santo, decidí que había llegado el momento de pedir el comodín de auxilio psicológico y para ello, nada como escuchar buena música.
Saqué el ipod que había llevado de adorno 4 días en la mochila y me puse a "
Vetusta Morla" a toda castaña.

Cantando iba, ajena incluso a la distancia que me pudiese faltar, cuando desde lejos veo a Mari ondeando los brazos, cámara en mano y chillándome "felicitasiones" (con ese acentazo argentino tan entrañable). Llego a su altura, nos damos un abrazo y me anima a que corra hasta meta diciéndome "dale, dale"...y yo que sé que si le doy, tiro la pota, intento olvidar que tengo náuseas y hago un último esfuerzo.
Corro, hacia arriba, unos pocos metros, hasta llegar al abrazo de mis 3 chatas, que tras la línea de meta están desgañitándose como locas. Abrazo de 4. Cuarteto de amor.

3h11' de agonía.

Tal cual salgo de sus brazos, me dirijo a un lateral y vomito la poquísima agua que llevaba ingerida. ¡Si es que se veía venir!!!   


5ª etapa de Palmajua a Maneybhanjang. 27 kms.

La noche anterior conseguí cenar bien y sentir que había vuelto en mí, no sin antes lidiar con mis 3 doctoras que no pararon de preocuparse y achucharme con hablar con el médico, comer, beber, abrigarme, dormir pronto, etc...

Viaje en autobús a Palmajua desde donde se daba la última salida.

Día fresco y soleado, espectacular para correr.
Yo no sé si por haberme esforzado lo justo el día anterior o por la simple ilusión de saber que era la última etapa, pero me encontraba como si todo fuese a empezar de nuevo. Como una rosa vamos.
Emoción máxima, último vídeo grabado en "la largada" (como dice Mari), últimos buenos deseos a unos y otros...y para arriba todos en tropel.

El recorrido a pesar de ser asfalto, es espectacular. Todo de sube/bajas rodeados de unas vistas increíbles de bosques infinitos. Voy disfrutando todo lo que no disfruté el día anterior más lo de ese. Pueblecitos, Namasté, selfies que me pide la gente, las preguntas que me hacen en hindi los que andan trabajando por las carreteras (a las que contesto con un levantamiento de hombros, para que se den cuenta de que no soy india, ni les entiendo), árboles, altares budistas en cualquier hueco del camino, las banderitas de plegaria de colores colgadas por todas partes...y de repente, ¡¡¡mis chicas!!!...¡¡ays qué alegría!!...
Se han bajado del autobús para hacer su trozo diario como walkers y el encontrármelas, me da un subidón tremendo!. Me recargan de energía, aunque a la vez, al darme cuenta de que no estarán en meta cuando yo llegue, me da penita, así que les digo gritando que echen a correr y se vengan conmigo...
Sonrío cuando las oigo a lo lejos diciendo..."Syl, que no podemos seguirte el ritmo".

Lo que no esperaba, es que unos kms más tarde me adelantase un autobús de la organización, que alguien me gritase "guapa" desde él y que al mirar viese que era...¡¡mi sobrina!!

Me emocioné al recordar que años atrás le dediqué mi maratón de Roma, con una camiseta en la que me había escrito el "te vull super" (te quiero super) que nos hemos dicho una a la otra desde que nació, al pensar en aquella meta del maratón de Jungfrau en Suiza donde entramos juntas de la mano, ella con 6 añitos y yo llorando como una magdalena, al darme cuenta de que aquella niña es ya una mujer adulta, inteligente y preciosa, con la que comparto vida, secretos y sueños.
Y corrí feliz, de saber que iba a estar al final de mi camino tras las 100 millas del Himalaya, como en aquel entonces, como en este ahora.

Faltando 1 km como mucho, viendo ya Maneybhanjang a lo lejos, empiezo a sentir ese ahogo al que me llevan las emociones máximas, las de los momentos únicos, las que te permiten saborear lo mucho que ha valido la pena estar ahí. Y rompo a llorar, encontrándome a Jason en la última curva antes de meta, que me aplaude y me grita "good job", contestándole yo con un "thank you" entrecortado.

Veo aquellos niños pequeños tan bonitos, uniformados, a cada lado de los últimos metros, gritando "well done, well done" y voy llorando a un lado y a otro chocándoles las manos.
No pienso, sólo me dejo llevar por las sensaciones y son ellas las que me llevan a levantar los brazos al ser mi padre la primera persona que me viene a la mente.  Le envío un beso y le agradezco una vez más toda su fuerza.
Abrazo a mi sobrina y lloramos las dos, ajenas al mundo, al cámara que nos graba, a los corredores que ya han llegado y vivimos ese momento intenso de sentimientos, que quedarán por siempre en mi memoria.

Después abrazo a Mari, sin parar de llorar y con todo su cariño me tranquiliza diciéndome “venga, ya pasó”.
Y así era, el Himalayan run and trek había llegado a su fin y yo ya era una de sus campeonas.




El HRT, no es una carrera y si lo es, es una carrera única. Porque único es no conocer el perfil de lo que vas a correr cada día, no saber con exactitud a qué hora va a darse la salida cada mañana, intuir por donde puede ir la clasificación a lo largo de la semana, que los runners se puedan convertir en walkers y volver a ser runners según se vean de fuerzas y ganas, que los kms se señalicen en los avituallamientos y que los mismos voluntarios duden si son esos los que realmente llevas, que no haya suficiente espacio en la dinning room y te hagan hueco en el comedor de una familia, que descanses sobre colchones inexistentes, utilices servicios de agujero malolientes y duchas a base del volcado de cubos y que aún con todo, los corredores lo acepten todo con una gran sonrisa.

El HRT, es vivir teniendo una filosofía distinta. Es comprender la cultura, la educación y el enfoque y hacerlas tuyas durante una semana.

He sido feliz sintiéndome india.



Gracias a toda la organización del HRT por tanto. Desde Mr. Pandey a los porteadores, todos, absolutamente todos, que han sido unos anfitriones de 10, porque tengo claro que todo lo ofrecido fue lo mejor que nos pudieron ofrecer. Como dice Mr Pandey y que a mí también me pasa..."I don't know why, but I love you all".

Gracias a todos mis compañeros de carrera (corredores y caminantes), porque cada uno de ellos aportó su esencia especial para  hacer de esa semana, una vida entera.

Gracias a mi amigo Mari por su bonita amistad, su bondad y su apoyo tan incondicional. Eres muy grande niño lindo, nuestro subcampeón favorito del mundo mundial y campeón de Argentina forever.

Ha sido un placer enorme el conocerte.

Gracias también a todos los que me habéis animado y seguido en esta aventura, a mis mamirunners, meninos, amigos de Alzira, Galicia, Francia, amigos de otras carreras y familiares.



Y gracias, GRACIAS, a mis 3 acompañantes, mi sister Mer, mi sobri Julia y mi amiga Reme, por estos 10 días de risas sin parar, de momentos mágicos y felicidad infinita.
Felicitarlas también por su gran trabajo como caminantes, que probablemente fueron las que más anduvieron de todos los walkers y a Reme por su super premio de recoge-basura (o finamente llamado trofeo Eco-friendly).

Gracias, porque habéis hecho de esta carrera, una aventura inigualable.

Chicas, os quiero de aquí a Sandakphu y volver, sin pasar por los visados de salida.



2 comentarios:

Genín dijo...

Cuanto me alegra verte por aquí!!!
Luego vendré a leer esta extraordinaria entrada que es muy larga y ahora tengo que salir, me has alegrado el dia guapa, porque deduzco que todo está bien por ahí!!
Besos y salud

Anónimo dijo...

Gracias a tí por compartir esta bonita experiencia y hacer posible estar ahi contigo, a tú lado.T.Q.
Sempre