Esta crónica la empecé a escribir tras volver de la transgrancanaria. Hoy, día 19 de marzo, 10 días después de volver, sigo con una pequeña fisura en el dedo meñique de la mano, un bulto en el hombro y otro en la sien…pero dolores fuertes, ya no tengo. Me resulta extrañísimo pensar que tan pocos días atrás estuve en una carrera en Canarias, cuando en estos momentos, únicamente corro por el pasillo de mi casa. Un@ nunca sabe las vueltas que puede llegar a dar la vida en tan poco tiempo, pero lo que está claro, es que todo pasa. Ánimo a todos! Todo irá bien.
Me duele un hombro, una pierna, las manos, la cabeza. Tengo agujetas y moraduras por todas partes.
He sufrido psicológicamente como nunca había sufrido.
Pero a pesar de la gran paliza que me dio la transgrancanaria advanced el pasado sábado 7 de marzo, sin duda alguna, volvería una y mil veces.
Nunca antes había estado en Canarias, pero tener allí a mi entrenadora, que fuera parte de la organización (su marido es el director de carrera) y que viajar para correr, sea uno de los mayores placeres para mí, de la vida, para allá que me llevó de cabeza. A mi Juanito y a mi Luni, de rebote, también.
El viernes fuimos a recoger el dorsal, habiendo quedado allí con mi amigo Mariano y su chica. Mariano y yo somos amigos desde hace algo más de 2 años. Nuestros encuentros han sido siempre para vivencias intensas , pues siendo él argentino, nos conocimos en una carrera de 160 kms en el Himalaya, un año después me llevó de la mano a compartir con él y sus amigos los 125kms de Sables de Perú, después se vino a vivir a Madrid y pasó unos días en casa y esta vez nos tocaba reencuentro carreril en Canarias con 66 kms montañeros a compartir.
Como siempre, una alegría enorme volver a vernos, charlar, recoger dorsales, dar una vuelta por la feria del corredor y hacernos unas fotos.
No me llegó a sonar el despertador a las 4:30 según tenía previsto. Estaba más que nerviosa, por lo que a las 3am, ya tenía a mi mente subiendo y bajando montañas, pensando en el timing alimenticio planeado por mi entrenadora y cruzando los dedos para que el taxi llegase a la hora estipulada. Todo fue sucediendo como debía, hasta que me planté en la cola para coger el bus que nos llevaba al punto de salida (Artenara) y Mariano no aparecía.
Los autobuses salían a las 5:30 y él, tan tranquilo desayunaba todavía en el hotel. Y es que el tío creía que los autobuses salían a las 6 (aún tuvo suerte y cogió sitio en las últimas plazas).
Llegamos 2 horas después a Artenara, por una carretera vertiginosa de curvas y vistas a precipicios montañosos, alucinantes.
Hacía frío, y allí que nos hacinamos los corredores en un cubículo grande y resguardado a esperar que llegara la hora de salida (1h30después). Daban desayuno a quien quisiera, ofrecían espacio en el ayuntamiento y hasta en un monasterio para poder esperar tranquilos. Todavía no lo he dicho pero la organización de esta carrera desde luego es de 11 sobre 10.
Junto a Mariano la espera se hizo más corta y amena, tanto por nuestras charlas, como por reencontrarnos con una amiga alemana corredora con la que compartimos carrera en el Himalaya (el mundo es un pañuelo).
Y llegan las 9. Suena la canción “Ay mi Gran Canaria”, que me emociona sobremanera ya que tengo al lado mío corredores cantándola con todo su sentimiento…
Tras una pequeña vuelta por Artenara, nos dirigimos hacia las montañas. En el momento en que se produce el primer embotellamiento, me acuerdo de mi amigo Coke, pues siempre nos han gustado estos tramos que nos ofrecen las carreras para descansar (incluso sin estar cansados todavía; es que pecamos los dos de ser un pelín vagos).
El primer avituallamiento situado en el km 11.8, Tejeda, es simplemente espectacular. ¡Vaya preciosidad de pueblo!, me quedo maravillada. Allí suena música en directo y hay un ambiente de carrera muy especial. Oigo como el cantante del grupo dice: “qué raro es cantar y que el público salga corriendo”!!. Me hace reír mientras relleno mis botellas.
Intento estar concentrada con lo que he de tomar (que si sales, que si isotónico, que si geles, que si algo sólido cada 2h). No estoy acostumbrada, ya que de normal soy bastante desastre en eso y voy tomando algo según ganas (que suelen ser pocas). Pero esta vez voy a hacer caso y me obligo.
Desde Tejeda hasta el siguiente punto de control, Garañón, la subida es mortal. Yo que veía desde lejos el Roque Nublo y no paraba de hacerle fotos por lo bonito que era…acabé teniéndole hasta tirria. La madre que me parió!!…pero si es que había que subirlo hasta arriba del todo!!!.
Hacía mucho calor. La compañía de un chaval francés me dio ánimos, ya que yo iba agobiada de tanto subir y él de tanto solazo. Desde el punto de control de Garañón hasta el siguiente avituallamiento, se me hizo un mundo de largo (km 25 o así) y además se me había terminado ya el isotónico. Llegué sedienta y cansada, pero contenta de pensar que por fin se habían acabado las subidas (según me dijo Mariano…que la verdad era otra bien distinta).
Hacía mucho calor. La compañía de un chaval francés me dio ánimos, ya que yo iba agobiada de tanto subir y él de tanto solazo. Desde el punto de control de Garañón hasta el siguiente avituallamiento, se me hizo un mundo de largo (km 25 o así) y además se me había terminado ya el isotónico. Llegué sedienta y cansada, pero contenta de pensar que por fin se habían acabado las subidas (según me dijo Mariano…que la verdad era otra bien distinta).
Intenté comer algo sólido y no hubo manera. Se me hizo bola el primer mordisco y a punto estuve de tirarlo todo fuera. Nada, que lo mío no es comer en carrera…
Del km 25 al 37.9 (Hierbahuerto) que estaba el siguiente avituallamiento, hubo de todo, bajadas, subidas, piedras para aburrir y una chica inglesa a la que tuve que socorrer, que de un leñazo que se había metido, tenía un corte enorme en una rodilla y no podía ni levantarse. Saqué esparadrapo que llevaba y otro chico que paró, sacó una venda. Allí como se pudo se le tapó y ya se quedó esperando a poder abandonar.
3er avituallamiento. Hierbahuerto por fin, después de una agoniosa subida (que para mí lo fue in extremis, porque un animador me dijo que quedaban 200m hacia arriba y aún quedaban casi 2kms).
Hago un inciso aquí para avisar a los posibles animadores de carreras futuros, por favor, por querer dar ánimos a los corredores, no deis información falsa…porque os juro, que el desgaste psicológico es brutal cuando ves que no es cierto lo que te han dicho, además de que las maldiciones recaídas sobre vuestras familias pueden llegar a ser devastadoras si se cumplen…
Hago un inciso aquí para avisar a los posibles animadores de carreras futuros, por favor, por querer dar ánimos a los corredores, no deis información falsa…porque os juro, que el desgaste psicológico es brutal cuando ves que no es cierto lo que te han dicho, además de que las maldiciones recaídas sobre vuestras familias pueden llegar a ser devastadoras si se cumplen…
Como voy empezando a sentir un poco de bajón energético, decido que voy a comer algo sólido por fin. 2 trocitos de plátano es de lo único que soy capaz de masticar. Eso, más medio litro de Pepsi que me bebo cual agua fresca de manantial. A esas alturas de la carrera, los geles ya no me entraban, el sabor del isotónico me resultaba asqueroso y hasta me parecía que el agua sabía igual.
Relleno mis botellas de isotónico y salgo del avituallamiento renovada (supongo que la cafeína de la Pepsi me había hecho efecto).
Cuando el terreno deja de ser en zigzag, de bajada pedregosa y peligrosa, empiezo a correr con ganas, cogiendo los bastones con una mano y quitándome las gafas de sol con la otra, para ver con más claridad. Voy sola en ese momento. Tropiezo. Pero a lo grande. A lo “y voló” del vídeo aquel que tiempo atrás se hizo viral. Caigo con el cuerpo entero sobre las piedras, dándome en la sien, la cara, el hombro y pierna izquierdos. Me arrastro sin piedad alguna, rebozada en arena cual croqueta. Se para el tiempo y mi mente. No me puedo levantar siquiera del mareo que siento.
Estoy asustada porque no sé qué puedo haberme hecho y al intentar levantarme, veo llegar corriendo a un tipo grandullón en el cual pongo toda mi esperanza.
No doy crédito a lo que veo, cuando me doy cuenta de que el tío está a punto de pasar de largo sin parar. Veo en su dorsal que no es español y le pido ayuda en inglés…¿por favor, puedes ayudarme a levantarme, que estoy mareada?...
Para, con cara de pocos amigos, me ayuda. Voy llenísima de tierra por todo y cuando miro una de mis manos, la sangre me chorrea. Como llevo isotónico en mis dos botellas, le pregunto si él lleva agua para poder limpiarme un poco…y el tío, en su alemán nativo del que no entiendo ni papa, noto como se pone a refunfuñar. Me tira un chorrito mínimo y como ya me está poniendo de mala hostia su poca consideración, le doy las gracias y le digo que se vaya.
Añadido a eso, mientras estoy de pie con los bastones en la mano y él echándome el agua, pasa una chica corriendo (casualidades de la vida, otra alemana), se choca con mis bastones y empieza a echarme un puro de tres pares de cojones (en alemán; menos mal que no entendía nada).
Otro inciso. Generalizar es lo peor del mundo mundial, lo sé y quizá es cosa únicamente de mi experiencia, pero tras esta carrera y otras que he hecho en las que ha participado gente de diferentes países del mundo, puedo asegurar que el compañerismo, la solidaridad, el ánimo y la ayuda que se recibe de los españoles (latinos más bien) en carrera, poco tiene que ver con la del resto.
Sigo. He pasado ya el km40 y voy más que tocada. Desde la caída no siento más que ganas de llorar y de abandonar. Me duele todo y en especial la cabeza donde he recibido el mayor golpe. El cansancio me lleva a ser poco racional y empezar a tener pensamientos super locos y dramáticos… “¿y si se me ha hecho un coágulo dentro de la cabeza y por eso no me ha salido sangre?...¿y si el bulto que tengo en la sien es grave y caigo aquí sola?...¿y si tengo un derrame interno?...
A lo lejos veo y oigo charlando a un par de corredores, un chico y una chica. Pienso que me tendría que acercar a ellos y al menos no ir sola por si acaso.
Me alegra acercarme y oírles hablar en español. Llevo a la chica delante de mí y en cuanto me aproximo se gira y me pregunta si quiero que me deje paso. Le digo que no, que voy bien así, al ritmo de ellos.
Resulta que se han conocido en la carrera y que ella quería abandonar por dolores de estómago y ganas de vomitar…y él la ha conseguido picar para quedarse, diciéndole que si ella abandonaba, él también.
Y ahí van, juntos, de charla, contándose aventuras corredoras y motivándose para no decaer.
Ellos son Jessi y Miguel Ángel, ella catalana y él almeriense. Yo voy callada y negativa, pero ellos empiezan a ayudarme a darle la vuelta a mi cabeza golpeada y atrapada en sus propias sombras.
Me sincero y les cuento que voy asustada por el golpe y el bulto que llevo en la sien. Miguel Ángel enseguida le quita hierro y hace que me tome un ibuprofeno… “tranquila que es la inflamación del golpe, nada más”.
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Llegamos a una última bajada técnica que nos va a llevar al 4º avituallamiento, km 48, Ayaguares. Les comento que mi única motivación es pensar que ahí van a estar mi chico y mi niña esperándome. De repente allá abajo a lo lejos oigo chillar mi nombre. ¡¡Son ellos!!...Me entran unas ganas de llorar brutales, me siento súper vulnerable, pequeñita, con una necesidad de arropo inmenso…pero pienso en lo que agobiaré, sobre todo a Juan si me ve así, por lo que decido que he de hacerme la fuerte y hacerles ver que estoy perfectamente bien. Voy respirando hondo, tragándome mi pesar…saludándoles con alegría con la mano. Veo a mi Lunita correr hacia mí y saco de mi interior a la mejor actriz del mundo mundial que tengo (prometo que merecí un oscar). La abrazo, sonrío, le explico por qué no puedo cogerle de la mano, llego hasta Juan, rápido le beso, sin prácticamente mirarle a la cara . Me ven las heridas y les digo que me he caído pero que estoy perfectamente bien y que voy con estos dos amigos que acabo de conocer, pasándolo genial.
Me preguntan si se vienen conmigo hasta el avituallamiento (que está como a 500m) y les digo que no, que se vayan tranquilos, que voy a seguir, que voy muy bien. (¡Por los cojones!)
Entre verles y que el avituallamiento es otro nido de animación, siento que me vengo un poco arriba. Vuelvo a llenarme una botella con cocacola, las otras dos con isotónico, preparar frontal y luz trasera, pues son las 19h y se va acercando la noche. Veo a Jessi sentada en una silla, con mala cara. A Miguel Ángel por otro lado, también parado. Me planteo quedarme sentada y esperar para irnos juntos, pero cuando estoy a punto de hacerlo, me viene un flash de negatividad que me lleva a pensar que si me siento, abandono seguro.
No puedo abandonar. Necesito los puntos de esta carrera para poder participar en la diagonal de los locos y no puedo dejarla estando a 18kms de terminar.
Voy hasta Jessi y le digo que me tengo que ir, que les agradezco con el alma el apoyo y ánimo que me han dado en los últimos kms pero que no puedo pararme ahora. Jessi es super bonica, al igual que Miguel Ángel y me dice que me vaya tranquila, que ella vuelve a tener ganas de vomitar y no sabe si va a poder seguir.
Me voy y tal cual salimos de Ayaguares, empieza una larga subida en la que va cayendo la noche a toda velocidad. Me acompaña la luna que está prácticamente llena y pienso en mi Luna, mi niña y me siento mal al recordar mi frialdad al verles, mis ganas de marchar rápido para que no vieran lo mal que me sentía (más tarde me hizo gracia saber que Juan había hablado con mi hermana y le había dicho que me habían visto y que aunque me había caído, estaba muy bien y muy contenta). Definitivamente, un Oscar.
La soledad de la montaña y mi poca, tirando a nula, visibilidad con la mierda de frontal que llevaba -y sin gafas- (ilusa de mí pensé que no me tocaría hacer muchos kms de noche), hizo que me acojonara en algún momento en los que oía ruidos a mi alrededor vete tú a saber de qué. Cuando veía alguna luz trasera roja entre la oscuridad de la noche, arreaba a toda castaña con la intención de estar cerca de algún corredor y así no perderme ni volver a tropezar. Veía a lo lejos, muy muy a lo lejos, el color rojizo en el cielo que indicaba que detrás de los perfiles de aquellas montañas, estaba ya la ciudad.
10 kms de agonía, entre cañas, por el cauce seco de un río plagadísimo de piedras sueltas, que se me hizo más que eterno. Eternidad, ida y vuelta.
Me salió una fuerza interior, mezcla de miedo, agobio y cansancio, que me impulsó a ir rápido. Todo lo rápido que me daban las piernas. Obsesionada con llegar lo antes posible, con la necesidad de terminar, llegar a meta y poder sentir y besar a los míos.
Aquellas luces emergieron por fin, ya reales ante mi vista (mi vista de gato de escayola), hasta llegar al 5º y último avituallamiento del km 61.5, del Parque Sur.
Los aplausos y los ánimos de los que allí esperaban, hicieron que se me saltaran ya las lágrimas y me dieron fuerzas para correr por aquel vaivén de paseo marítimo-cauce de río, sube y baja.
Y de repente el mar… y la arena. Mi amada y odiada arena, que tantos kms me ha hecho pelear en los desiertos corridos. Gente aplaudiendo desde los chiringuitos al verme pasar. Luces, ruido, alegría.
Llega el esperado sonido de meta, esa mezcla de música y de locutor dando nombres de finishers. Siento cómo se me va cortando la respiración de la emoción.
Cuando entre aplausos y chillidos veo a Mariano, Allende, Juan y Luna, ya no puedo parar de llorar. Luna viene hacia mí, la abrazo y lloro a moco tendido. Nos cogemos de la mano y vamos juntas hasta el arco de meta. Nos abrazamos de nuevo al cruzarla y yo lloro de forma tan desconsolada, que ella me mira y me pregunta…mami, ¿pero porqué lloras tanto?...a lo que le contesto… “porque he sufrido mucho mi amor, pero soy muy feliz”!!
- Mi entrenadora se quedó con las ganas de ser quien me pusiera la medalla, ya que según le indicaba la app de seguimiento, yo llegaría unos minutos más tarde a meta…pero para mí, la medalla de la transgrancanaria, me la regaló ella, porque gracias a ella, yo estaba allí. Gracias Estre por tu apoyo, ánimo y todo el cariño que pones en mi planificación runnera cada día. Estas 13h y pico de esfuerzo mental y físico ya se vienen conmigo a nuestro reto de la Reunión.
- Gracias a Jessi y a Miguel Ángel, porque de no ser por ellos, quizá esta crónica no hubiese tenido este buen final. Me encantó reencontrarme con vosotros cuando cruzasteis la meta. Enhorabuena a ambos de nuevo. Es maravilloso llevarse nuevos amigos tras una carrera, pero si es sufrida, todavía más.
- Gracias a mi Juanito y mi Lunita, que son mi impulso y mi vida…y porque tenerles cerca en la transgrancanaria, la hizo mucho más grande.
- Gracias a Mariano, por esta amistad tan bonita, que nos lleva a compartir momentos, en cualquier parte del mundo. Te quiero mucho my friend. Gracias también a Allende, por su dulzura y por hacernos sentir que la conocíamos de toda la vida.
- Gracias a todos los que me quieren, por toda la fuerza recibida, los buenos deseos y las felicitaciones posteriores (que sois muchos, pero muy únicos todos).
- Gracias Canarias por ser tan bella y permitirme recorrerte acariciándome los ojos de esta manera. Gracias a la organización por tan gran y buen trabajo...así como a todos los canarios, que nos dejaron maravillados por su amabilidad y trato tan especial.
- Gracias VIDA por darme siempre tanto, gracias.